“El ratoncito feroz. Disney o el fin de la inocencia”, firmado por H. A. Giroux, nos presenta la realidad de la factoría Disney. Disneyworld se vende como un lugar seguro, protegido, hermoso, “ofrece a sus clientes una historia sin clases, conflictos o delito, un mundo de consumo constante, un supermercado de la diversión”. Pero para ello borran de la historia las partes negativas, los conflictos.
En sus empresas la política de trabajo se basa sobre el principio fundamental de que no debe parecer que estás trabajando. Es decir, debes sonreír, aparentar ser feliz (aunque no lo seas), mostrar al mundo lo mejor, lo más bonito. Cuidan el modo de vestir al límite. Intentan dar la imagen de una familia para sus empleados. Sin embargo, luego no dudan en tratarlos como auténticos delincuentes y darles una patada a la hora de echarles. “Mickey Mouse goes to Haití” es un documental sobre la explotación de los trabajadores en factorías contratadas por Disney, donde se pueden ver estas prácticas.
Disney creó su pequeña sociedad idílica en Celebration, una ciudad en la que consiguió incluso tener sus “leyes” independientes.
“Celebration se plantea como objetivo la realización del ideal de Walt de la ciudad del futuro... Con Celebration estamos devolviendo algo a las personas. Tratamos de iluminar el camino para mejorar la vida de la familia americana, la educación y la salud”. (Bob Shin, Vicepresidente de Disney).
En Celebration todo gira en torno a una autoridad central, todo es perfecto, todo está cuidado hasta el más mínimo detalle. Eso sí, no se permite la entrada ni a negros ni a “gente indeseada”, “la única esfera pública viable es fundamentalmente la clase media blanca”. Es un asilamiento social en el que les permiten no ver o pensar sobre el sufrimiento humano.
En esta ciudad, Disney también pone escuelas y una universidad, con lo que consigue ampliar su control sobre los niños como mercado potencial. En esta educación priman la “adquisición de conocimientos técnicos sobre el pensamiento crítico y ético” formando “estudiantes y trabajadores entrenados para adaptarse al mundo más que para transformarlo”.
En sus películas Disney nos muestra una realidad totalmente distorsionada e interesada. Y lo que es peor, se lo muestra a los niños. En películas como Aladdin o El Rey León se ve claramente el racismo que difunden, mostrándonos a los malos de Aladdin como árabes con acento, barbas largas y caras malas, mientras que el bueno de Aladdin y la princesa salen con rasgos totalmente occidentalizados y hablando el idioma perfectamente sin ningún tipo de acento. En El Rey León los animales malos son los más oscuros y hablan con una jerga negra de barrio. Enseñan a los niños una sociedad racista, machista y basada en la estética. Ocultan partes importantes (y crueles) de la historia de América. Walt Disney llegó incluso a colaborar con los servicios secretos de Estados Unidos, quienes le pedían que promoviera en sus películas un sentimiento anticomunista y fomentara el patriotismo americano.
Disney se ha convertido en una empresa con un gran poder sobre los niños, manipulándoles para conseguir en un futuro lo que quieran de ellos y para conseguir futuros clientes consumistas. Y si queremos evitarlo “educadores, padres, grupos comunitarios y otros deberán poner en cuestión las estructuras de poder corporativo existentes para convertir la democratización de la cultura mediática en algo central [...] Hay que arrebatar la propiedad a los gigantes mediáticos y distribuir estos recursos entre muchos destinatarios para hacer a la cultura mediática difusa y responsable”
En sus empresas la política de trabajo se basa sobre el principio fundamental de que no debe parecer que estás trabajando. Es decir, debes sonreír, aparentar ser feliz (aunque no lo seas), mostrar al mundo lo mejor, lo más bonito. Cuidan el modo de vestir al límite. Intentan dar la imagen de una familia para sus empleados. Sin embargo, luego no dudan en tratarlos como auténticos delincuentes y darles una patada a la hora de echarles. “Mickey Mouse goes to Haití” es un documental sobre la explotación de los trabajadores en factorías contratadas por Disney, donde se pueden ver estas prácticas.
Disney creó su pequeña sociedad idílica en Celebration, una ciudad en la que consiguió incluso tener sus “leyes” independientes.
“Celebration se plantea como objetivo la realización del ideal de Walt de la ciudad del futuro... Con Celebration estamos devolviendo algo a las personas. Tratamos de iluminar el camino para mejorar la vida de la familia americana, la educación y la salud”. (Bob Shin, Vicepresidente de Disney).
En Celebration todo gira en torno a una autoridad central, todo es perfecto, todo está cuidado hasta el más mínimo detalle. Eso sí, no se permite la entrada ni a negros ni a “gente indeseada”, “la única esfera pública viable es fundamentalmente la clase media blanca”. Es un asilamiento social en el que les permiten no ver o pensar sobre el sufrimiento humano.
En esta ciudad, Disney también pone escuelas y una universidad, con lo que consigue ampliar su control sobre los niños como mercado potencial. En esta educación priman la “adquisición de conocimientos técnicos sobre el pensamiento crítico y ético” formando “estudiantes y trabajadores entrenados para adaptarse al mundo más que para transformarlo”.
En sus películas Disney nos muestra una realidad totalmente distorsionada e interesada. Y lo que es peor, se lo muestra a los niños. En películas como Aladdin o El Rey León se ve claramente el racismo que difunden, mostrándonos a los malos de Aladdin como árabes con acento, barbas largas y caras malas, mientras que el bueno de Aladdin y la princesa salen con rasgos totalmente occidentalizados y hablando el idioma perfectamente sin ningún tipo de acento. En El Rey León los animales malos son los más oscuros y hablan con una jerga negra de barrio. Enseñan a los niños una sociedad racista, machista y basada en la estética. Ocultan partes importantes (y crueles) de la historia de América. Walt Disney llegó incluso a colaborar con los servicios secretos de Estados Unidos, quienes le pedían que promoviera en sus películas un sentimiento anticomunista y fomentara el patriotismo americano.
Disney se ha convertido en una empresa con un gran poder sobre los niños, manipulándoles para conseguir en un futuro lo que quieran de ellos y para conseguir futuros clientes consumistas. Y si queremos evitarlo “educadores, padres, grupos comunitarios y otros deberán poner en cuestión las estructuras de poder corporativo existentes para convertir la democratización de la cultura mediática en algo central [...] Hay que arrebatar la propiedad a los gigantes mediáticos y distribuir estos recursos entre muchos destinatarios para hacer a la cultura mediática difusa y responsable”
3 comentarios:
Suena interesante.
¿Conoces esta crónica?:
http://www.letraslibres.com/index.php?art=10663
Échale un vistazo, me parece un buen complemento a esto que comentas.
Si no funciona el enlace, escribe en Google, Villoro Disney, y te saldrá la crónica que te sugería: "Escape a Disney World".
Saludos
Muchas gracias por la recomendación. Parece interesante.
Saludos!
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