lunes, 8 de diciembre de 2008

El ladrón de chicles

Douglas Coupland escribe El ladrón de chicles, su último libro en el que nos habla de la incomunicación de las personas en los tiempos actuales. Él plantea las nuevas tecnologías como solución a esta incomunicación: personas que, a pesar de verse todos los días en el trabajo, abren sus corazones a través de mails u otros sistemas de comunicación electrónica. Incluso resucita las cartas postales tradicionales.

Roger es un hombre de cuarenta y pico, divorciado, con permiso legal para ver a su hija Zoë 3 horas a la semana y que trabaja en Staples, una tienda que vende complementos para oficinas. Escritor frustrado, intenta encontrar el sentido a una vida que lo perdió hace tiempo.

Bethany es una chica de veinti pico, en su etapa gótica de la vida, con capas inagotables de maquillaje blanco, ropa negra y labios negros. Su adolescencia estuvo marcada por la constante presencia de la muerte y ve su trabajo en Staples como una tumba que se va cerrando cada día un poco más (“Tenía casi treinta años, edad suficiente como para empezar a tener pesadillas por las noches ante la posibilidad de tener un trabajo basura toda la vida”).

Un día, Bethany encontrará Glove Pond, una novela que Roger ha empezado a escribir. Enganchada a ella, comenzará a escribirse cartas con su compañero de trabajo, abriéndole sus sentimientos y escuchando así mismo los de él. Comenzará entonces un complicidad epistolar entre ambos, en la que acabarán metiéndose también DeeDee (la madre de Bethany) o Joan (la ex-mujer de Roger). Enetre estas cartas se irán intercalando capítulos de Glove Pond, en los que se nos mostrará a una pareja alcohólica, cuyas vidas son un desastre, que se reúnen con otra pareja, más joven, cuyas vidas parecen marchar bien, tal como les iba a ellos antes... Pero quién sabe cómo terminarán.

Todos son personajes solitarios y deprimidos, en busca de alguien que les comprenda y les escuche. Pero que a la vez no quieren mostrar sus debilidades al mundo. Un ejemplo muy claro de ello es DeeDee, la madre de Bethany, quien comenta que le gusta ir a los bares de los aeropuertos y contarle su vida a un desconocido, porque total no le volverá a ver nunca más. Es tan solo la necesidad de desahogarse con alguien, de encontrar en alguien un punto de apoyo, sea conocido o desconocido eso no importa. Lo que importa es saber que hay alguien al otro lado, que no se está solo en un mundo al que no le encuentras sentido. Buscan un rastro de sentimiento humano en un mundo que hace tiempo lo perdió (“Como permitas que tus sentimientos salgan a la luz, la gente te va a hacer mucho daño. Usarán tus sentimientos en tu contra. Algo que en su día fue privado y sagrado para ti se transformará en un arma de doble filo. Algo tan precioso podría resultar dañado. Acabarás por sentir dolor.”).

Para hablar de un tema tan serio, Douglas Coupland utiliza el humor negro que caracteriza todas sus novelas. Un humor cínico y ácido. Una novela altamente recomendable para aquellas personas que necesiten reírse de su propia desgracia.

Es extraño cómo las cosas te van abandonando una a una, ¿no es así? Como los viejos amigos. El entusiasmo. La energía. (...) Ahora mismo, escribir me mantiene cuerdo.

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