viernes, 13 de febrero de 2009

De egoísmos, muertes y otras cosas

Ojo, de Escher


Me cansa el egoísmo de la gente y el odio que habita en los corazones de gran parte del mundo. Incluido el mío, porque yo también formo parte de ese mundo. Me esfuerzo por entender por qué las personas se comportan así. Y entonces me veo a mí reflejada en ellos, y me asusta. Tengo miedo de mi propia imagen y de convertirme en lo que no quiero ser.

Cruzo el paso de cebra, tú conduces. Yo dudo, tú dudas. Yo tengo el semáforo verde y tú rojo. Sin embargo, los dos dudamos. Yo porque desconfío, tú porque sabes que no debes hacerlo. Pero lo haces y giras la cabeza. Quizá eso sea lo que más me molesta. Que no tengas el valor de mirarme a la cara, que gires la mirada para no verme, para no ver tu propio error. Cierras los ojos para mantener limpia tu conciencia, porque ”ojos que no ven, corazón que no siente”. Tu cobardía me parece despreciable. Y te odio por ello, y me odio a mí por odiarte.

Quiero gritar pero me callo. Quiero pegarte pero me freno. Quiero decir todo lo que pienso y siento, pero me coarto. Mi cuerpo ha reaccionado y yo no supe escucharle. Primero me avisó como un volcán antes de entrar en erupción, pero yo lo silencié. Después, mi epicentro explotó. Moriré, porque no quiero matar.

1 comentario:

Raymunde dijo...

Creo que estamos de acuerdo con que odiar no es la solución. Pero tampoco lo es reprimir la furia que uno experimenta en algunos momentos. Las pequeñas explosiones no son malas, especialmente porque impiden erupciones destructivas. O, peor aún, auto-destructivas.

Un abrazo muy grande