Ken Loach nos muestra en esta película un mundo que últimamente abunda demasiado. En esta ocasión se trata de inmigrantes mexicanos que traspasan la frontera de EE.UU. en busca de una vida mejor. Allí les esperan sus familiares, aquellos que se adelantaron para conseguir un trabajo y, una vez asentados, pagan a mafiosos para que traigan a su hermana, a su marido, a su hijo... a los que previamente les han buscado un trabajo y sitio en el que vivir.
Éste es el caso de Maya, que pasa la frontera para ir a casa de Rosa, su hermana. Ésta le ha conseguido un trabajo en un bar, pero Maya quiere más. El trabajo en el bar es algo degradante para ella, una camarera que tiene que aguantar las impertinencias de los borrachos que acuden allí en busca de algo más que alcohol. Por ello le insiste a Rosa para que le consiga un puesto en la empresa de limpieza donde trabaja. Es el trabajo que todos los inmigrantes desean, porque es un trabajo respetable y les da para vivir. Pero dentro, las cosas no parecen tan bonitas.
Trabajan sin contrato, sin seguridad social, sin ningún tipo de derecho, pudiendo quedarse en la calle en cualquier momento y por cualquier motivo, o incluso sin motivo. Hasta que aparece Sam (Adrien Brody), un defensor de los trabajadores que se empeña en abrirles los ojos y hacer que se revelen contra la injusticia que viven. Pero no será tan fácil. A pesar de tener menos que nadie, tienen demasiado que perder. Si pierden el trabajo, pierden la vida. En muchos casos son familias que se alimentan con ese único sueldo y no pueden permitirse el perderlo. Miedo, miedo, demasiado miedo el que les inyecta su jefe y sus propios compañeros. No se atreven a alzarse. Pero Sam no se dará por vencido y con la ayuda de Maya conseguirán que todos se unan en una pelea por lo que les pertenece. Porque “queremos pan, pero también queremos rosas”.
Esta película está inspirada en la Campaña de Justicia para los Limpiadores, que pasaron de cobrar 12 dólares por hora en 1976 a cobrar 4 dólares por hora en el año 2000.
Ya basta de que nos metan el miedo en el cuerpo. Ya basta de amenazas y de falsas palabras. Estamos viendo cómo hay empresas que se aprovechan de la crisis para quitar derechos a sus trabajadores, para reducirles horarios y salarios, hacer despidos “baratos”, pedirles que trabajen más por menos, y todo ello de forma legal y amparados por el Gobierno. Basta de buitres carroñeros que en los peores momentos, lejos de ayudar, sobrevuelan los cuerpos debilitados esperando el momento para lanzarse sobre ellos.
“¡Queremos pan, pero también queremos rosas!”
Éste es el caso de Maya, que pasa la frontera para ir a casa de Rosa, su hermana. Ésta le ha conseguido un trabajo en un bar, pero Maya quiere más. El trabajo en el bar es algo degradante para ella, una camarera que tiene que aguantar las impertinencias de los borrachos que acuden allí en busca de algo más que alcohol. Por ello le insiste a Rosa para que le consiga un puesto en la empresa de limpieza donde trabaja. Es el trabajo que todos los inmigrantes desean, porque es un trabajo respetable y les da para vivir. Pero dentro, las cosas no parecen tan bonitas.
Trabajan sin contrato, sin seguridad social, sin ningún tipo de derecho, pudiendo quedarse en la calle en cualquier momento y por cualquier motivo, o incluso sin motivo. Hasta que aparece Sam (Adrien Brody), un defensor de los trabajadores que se empeña en abrirles los ojos y hacer que se revelen contra la injusticia que viven. Pero no será tan fácil. A pesar de tener menos que nadie, tienen demasiado que perder. Si pierden el trabajo, pierden la vida. En muchos casos son familias que se alimentan con ese único sueldo y no pueden permitirse el perderlo. Miedo, miedo, demasiado miedo el que les inyecta su jefe y sus propios compañeros. No se atreven a alzarse. Pero Sam no se dará por vencido y con la ayuda de Maya conseguirán que todos se unan en una pelea por lo que les pertenece. Porque “queremos pan, pero también queremos rosas”.
Esta película está inspirada en la Campaña de Justicia para los Limpiadores, que pasaron de cobrar 12 dólares por hora en 1976 a cobrar 4 dólares por hora en el año 2000.
Ya basta de que nos metan el miedo en el cuerpo. Ya basta de amenazas y de falsas palabras. Estamos viendo cómo hay empresas que se aprovechan de la crisis para quitar derechos a sus trabajadores, para reducirles horarios y salarios, hacer despidos “baratos”, pedirles que trabajen más por menos, y todo ello de forma legal y amparados por el Gobierno. Basta de buitres carroñeros que en los peores momentos, lejos de ayudar, sobrevuelan los cuerpos debilitados esperando el momento para lanzarse sobre ellos.
“¡Queremos pan, pero también queremos rosas!”
4 comentarios:
Vi esta peli. Me gustó mucho porque es muy sencilla, nada pretensiosa y, sin embargo, deja expuestas estas injusticias con realidad.
mae
Thabitha,la tengo grabada esperándome,porque además me la ha recomendado un compañero de trabajo de cuyo gusto cinematográfico,me fío.Y sí,hay much@ explotador sacando tajada de la crisis,recurriendo al despido 2x1,y encontrando la excusa perfecta en esta desaceleración que no ha tocado fondo.
Mae: yo creo que la sencillez es la mejor forma para exponer temas importantes. Consigue que no te desconcentres con otros aspectos y así puedas centrar toda tu atención en el tema que se trata. Pero todo depende de la mano maestra que lo haga.
Troyana: Pues yo también te la recomiendo. Creo que te gustará. Ya me contarás.
Saludos!
Pues definitivamente el tema de la injusticias sociales es el "pan" de cada día.sobre todo para mis paisanos que cruzaron el río Bravo en busca de "rosas". Saludos desde México, te espero en mi blog.
Jova
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