El pasado domingo estuvieron en el Teatro Gayarre Bramant Teatre, con la obra Construyendo a Verónica.
"Una obra que cambia el concepto tradicional del espacio escénico".
Esta obra está formada por 3 itinerarios: rojo, gris y azul; independientes entre sí y con un único nexo común: la aparición de una mujer muerta en la playa, con una cicatriz que indica que le practicaron una cesárea hace 20 años.
Nada más entrar al teatro, una persona nos da a elegir entre rojo y gris (azul no pudo venir a Pamplona por problemas de espacio). Me dan el rojo y me llevan junto a un grupo de 6 personas más hacia el escenario. En él hay un decorado formado por 8 mesas y nos sientan en una perteneciente al itinerario rojo.
Es extraño estar ahí arriba. Miro a las butacas vacías e intento imaginarme cómo se siente un actor al estar ahí ante un público pendiente de todos sus movimientos. A nosotros no nos observa nadie, porque nosotros somos el público, pero en vez de sentarnos en las butacas, subimos al escenario para formar parte del espectáculo.
Durante la obra, 8 actores van de mesa en mesa contándonos una historia relacionada con la mujer muerta de la playa, a la que llaman Verónica porque en la mano tiene un papel que dice: "Verónica, por favor, regálame 10 años más de felicidad". El itinerario rojo es más visceral, está relacionado con la cicatriz de la cesárea, con el hijo. Sin embargo, gris es más sentimental, son las personas que la vieron en la playa.
Algunos testimonios son realmente conmovedores. Otros, un poco falsos. Pero lo que más me gustó, fue la cercanía de los actores. Están ahí, hablándote directamente a tí, mirándote a los ojos y viendo tus reacciones. Están tan cerca que te dan ganas de interactuar con ellos, preguntarles cosas, abrazarles cuando lloran, mostrarles tu apoyo o tu desprecio, protestar o darles la razón. Y sin embargo, estamos tan acostumbrados a la concepción más clásica de teatro, que no nos atrevemos.
La obra en realidad no te aporta gran cosa. Cada persona te cuenta una historia, independiente, y que no aporta mucha información. Pero estamos ahí, escuchándoles como nos cuentan sus penas, sus dolores, sus sentimientos, sus secretos. Como dice una de las actrices, somos personas morbosas, a las que nos interesan demasiado los muertos. Eso sí, los muertos de los demás, pero a los nuestros que no nos los toquen. Y cuando se vuelve algo monótono, nos aburre, como sucede con las muertes de Irak donde 20 muertos en un día es ya una rutina. No, de esos no queremos saber. Queremos saber de Verónica, de lo que rodea su muerte, de si ha sido un suicidio o un asesinato o una muerte natural. Queremos saciar nuestra sed de morbo.
1 comentario:
La obra tiene muy buena pinta; Hay veces en las que el modo de llevar a cabo una obra de teatro, una película o un cuadro es mas importante que lo que nos transmite en sí, y en ese sentido me parece bien que se innove, aún de un modo tan "expeditivo" como subiendo al espectador al escenario.
En cuanto a nuestra necesidad morbosa y lo pronto que nos aburrimos de los muertos de los demás... bueno, no hace falta irse tan lejos. Semanalmente aquí en España un hombre con denuncias por malos tratos a sus espaldas mata A GOLPES a su mujer, y nos parece tan normal. Que lo aberrante se vuelva tolerable solo porque sea frecuente es una constante desagradable pero cierta. Sin embargo, no me preocupa tanto nuestra necesidad de morbo y sangre (prefiero achacarlo a nuestra vena animal) como nuestra falta de voluntad para cambiar precisamente las circunstancias que nos traen la carne a la mesa cada día. En otras palabras, leer con avidez las noticias en las que alguien a muerto no me pone los pelos de punta. No hacer nada para que alguien no vuelva a morir de ese modo, como escarpias.
Publicar un comentario