miércoles, 14 de noviembre de 2007

La chica junto al flexo


La chica junto al flexo es, como su propio autor dice, “una obra que necesitó para ser escrita poco más de un mes y 31 años de experiencia vitales y escénicas”.

Una obra de teatro escrita por Víctor Iriarte, en la que relata la historia de un grupo de jóvenes de entre 25 y 26 años, en un entorno de ‘back stage’ de conciertos pop-rock.

Irene es una joven estudiante de doctorado en literatura, reservada, siempre a la defensiva y bastante misteriosa. Es ‘la chica junto al flexo’ iluminada por la luz de éste solo en parte, dejando oscuridad a su alrededor. Una mujer con actitud dura, incluso cruel a veces, con una fuerte coraza que protege como a su propia vida.

Comparte piso con Pedro, joven ‘guapete’, cantante del grupo musical Los Soviets. Es el prototipo de cantante que enamora a las quinceañeras. Su actitud es como la de sus amigos, sin embargo hay algo que le hace diferente. Quizá la seriedad que muestra a veces, o el intentar ponerse al nivel de Irene para poder mantener una conversación con ella. Sin embargo, no llega a conseguirlo, pero el hecho de intentarlo resulta enternecedor.

Sus amigos son los típicos coleguillas que, tal como dice Irene: “nunca he dicho que seas un ignorante. Ni Luis o Pau. Pero hay una cosa que me desagrada profundamente. Que os pavoneéis de vuestra ignorancia. Que presumáis de no saber nada; que descalifiquéis a la gente que hace o dice cualquier cosa interesante”. Sus intereses básicamente son la música, los coches, el alcohol y las mujeres (mujeres de ombligo, tanga ‘azul cielo’ y demás...).

Quizá sean personajes demasiado prototípicos, pero desgraciadamente existentes. En cuanto a Luis, amigo de Pedro, a pesar de su forma de ser, de sus bromas y estupideces, se le entreve una persona legal, de confianza, y un poco tonto que se deja llevar por los demás. Y eso es lo que hace que Irene se apoye en él y le coja cariño.

Según dice el propio Víctor Iriarte en la introducción, con esta obra “quería trasladar al ambiente juvenil ciertos mensajes que pienso que hoy están completamente fuera de onda: el deseo de saber para no dejarse manipular, la apuesta por superar las dificultades sin hacer pucheros, la ética del trabajo bien hecho, el esfuerzo honesto por construirse un lugar en el mundo... En definitiva, el rechazo de la mediocridad”.

Pero en ese intento de reflejar el ambiente juvenil cae en expresiones forzadas, que no encajan del todo bien en el entorno de los personajes (“Mola mogollón” o “pero entonces me estaba metiendo pastillas a mogollón”).

A lo largo de la obra consigue que la trama te enganche. Sin embargo, hacia el final, cuando el misterio se resuelve, cae en un momento de ‘ñoñería’ extrema que desaparece con la última escena, haciendo que no nos quedemos con ese sabor de boca empalagoso. La conjunción de personajes del presente y el pasado en una misma escena, diferenciados por la luz y su estatismo, le da un toque narrativo muy bueno y compensa otras partes más sencillas.

Espero con ganas el momento en el que se represente esta obra, porque estoy convencida de que pronto la podremos ver en los escenarios. Y, de hecho, creo que ganará más al ser representada.

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