Caballos Salvajes es una película de Marcelo Piñeyro, con Hector Alterio y Leonardo Sbaraglia a la cabeza del reparto y con Andrés Calamaro como música de fondo.
Un hombre de 70 años entra un día en un banco y le entrega a un joven de 23 años un papel mientras se apunta al cuello con una pistola. “El dilema es simple: me devuelven lo que me estafaron o me mato aquí y ahora. Porque esta misma empresa, hace 18 años, cuando se llamaba Banco Alcázar pero tenía idéntico directorio, recibió un depósito que utilizó, malversó y nunca devolvió. Tengo 70 años y no me importa morir. Me deben 15344 dólares. Me los devuelven o se hacen cargo de mi cadáver y después mandan a limpiar la alfombra”.
Este será el comienzo de la nueva vida de Pedro, el joven banquero que se ofrece a ser el escudo de José, un anciano anarquista, para salvarle. Abrirá los ojos al mundo, a un mundo que desconoce.
“No estoy hablando de política. Hablo del mundo en el que estás viviendo. Los países se vacían, se rematan. Hay corporaciones que se reparten el mapa con la gente dentro. Ese Pérez puede ser un correo de la droga, pero también puede ser un funcionario privatizador [...] Todo el sistema funciona así, no sólo el narcotráfico”.
Pero abrir los ojos a ese mundo es doloroso. Muchos deciden cerrarlos de nuevo, seguir con sus vidas y aquí no ha pasado nada. (“Me importa un carajo si el sistema está corrupto. Era mi vida la que estaba viviendo. Y era una buena vida hasta que apareciste”). Pero unos pocos, “caballos salvajes” o “indomables”, una vez que los abren, ya no pueden volver a cerrarlos. Dejarán de mirar al frente, para mirar a su alrededor y elegir el camino a seguir.
“Ahora nadie te va a marcar el paso. Nadie te va a señalar el camino. Vas a poder elegir. Sos libre”.
En la vida hay dos opciones: vivirla al máximo sintiéndote plenamente vivo; o vivir estando muerto, sin querer a nada ni a nadie. Esta película es un canto a la vida y al amor a los demás. Y un canto a la libertad, a poder elegir el camino que quieras, la opción que prefieras.
Aunque, desgraciadamente, es demasiado utópica e irreal. Pero una buena metáfora de la vida, de las relaciones entre las personas, de los seres queridos que te enseñan y luego desaparecen para que sigas tú solo el camino que elijas, de cómo los medios de comunicación pueden manipular nuestra opinión y nuestra percepción de las cosas, vendiéndonos ideas, y de cómo la gente necesita algo o alguien que les abra los ojos; en este caso, Pedro y José, “los indomables”, los “caballos salvajes” que no miran solo al frente ni el camino que les marcan.
Un hombre de 70 años entra un día en un banco y le entrega a un joven de 23 años un papel mientras se apunta al cuello con una pistola. “El dilema es simple: me devuelven lo que me estafaron o me mato aquí y ahora. Porque esta misma empresa, hace 18 años, cuando se llamaba Banco Alcázar pero tenía idéntico directorio, recibió un depósito que utilizó, malversó y nunca devolvió. Tengo 70 años y no me importa morir. Me deben 15344 dólares. Me los devuelven o se hacen cargo de mi cadáver y después mandan a limpiar la alfombra”.
Este será el comienzo de la nueva vida de Pedro, el joven banquero que se ofrece a ser el escudo de José, un anciano anarquista, para salvarle. Abrirá los ojos al mundo, a un mundo que desconoce.
“No estoy hablando de política. Hablo del mundo en el que estás viviendo. Los países se vacían, se rematan. Hay corporaciones que se reparten el mapa con la gente dentro. Ese Pérez puede ser un correo de la droga, pero también puede ser un funcionario privatizador [...] Todo el sistema funciona así, no sólo el narcotráfico”.
Pero abrir los ojos a ese mundo es doloroso. Muchos deciden cerrarlos de nuevo, seguir con sus vidas y aquí no ha pasado nada. (“Me importa un carajo si el sistema está corrupto. Era mi vida la que estaba viviendo. Y era una buena vida hasta que apareciste”). Pero unos pocos, “caballos salvajes” o “indomables”, una vez que los abren, ya no pueden volver a cerrarlos. Dejarán de mirar al frente, para mirar a su alrededor y elegir el camino a seguir.
“Ahora nadie te va a marcar el paso. Nadie te va a señalar el camino. Vas a poder elegir. Sos libre”.
En la vida hay dos opciones: vivirla al máximo sintiéndote plenamente vivo; o vivir estando muerto, sin querer a nada ni a nadie. Esta película es un canto a la vida y al amor a los demás. Y un canto a la libertad, a poder elegir el camino que quieras, la opción que prefieras.
Aunque, desgraciadamente, es demasiado utópica e irreal. Pero una buena metáfora de la vida, de las relaciones entre las personas, de los seres queridos que te enseñan y luego desaparecen para que sigas tú solo el camino que elijas, de cómo los medios de comunicación pueden manipular nuestra opinión y nuestra percepción de las cosas, vendiéndonos ideas, y de cómo la gente necesita algo o alguien que les abra los ojos; en este caso, Pedro y José, “los indomables”, los “caballos salvajes” que no miran solo al frente ni el camino que les marcan.
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