Me gusta ir al teatro en ciudades distintas. Probar nuevos asientos y nuevas perspectivas. Este fin de semana conocí el Teatro Bretón de Logroño. El gallinero me pareció mucho más cómodo y siempre es agradable completar una buena obra de teatro con todo el repertorio de pinchos que ofrece La Laurel (a pesar de las múltiples despedidas de solter@s que plagaban la zona).
Dos menos, obra original de Samuel Benchetrit, nos habla de dos hombres que, en el final de sus vidas, deciden “echar a andar”, vivir sus últimos días cómo quieran. Ese viaje se convertirá en el reconocimiento abierto de sus pasados, de sus errores y de sus fracasos. Solo asumiendo su pasado podrán seguir adelante, viviendo. Por el camino se encontrarán a una muchacha embarazada que únicamente les pedirá un favor: que le digan a su marido que le quiere. A partir de este pequeño encuentro, el viaje de nuestros dos hombres cambiará de rumbo y se enfrentarán de esta manera a sus propias vidas.
Sobra hablar de la interpretación de Héctor Alterio y José Sacristán, que rebosa complicidad en todos sus diálogos. La escenografía no le resta protagonismo a los personajes y, sin embargo, de una forma muy sutil, está muy presente: mediante un muelle de madera, una luz que marca la carretera, unos asientos en una sala de espera o un sofá somos perfectamente capaces de meternos en todo el entorno de los actores.
Sólo dos defectos: la mujer de las hormonas alteradas que no callaba en el asiento de atrás y la fiebre que me subía por momentos. Pero mereció la pena. El fin de semana entero mereció la pena.
Dos menos, obra original de Samuel Benchetrit, nos habla de dos hombres que, en el final de sus vidas, deciden “echar a andar”, vivir sus últimos días cómo quieran. Ese viaje se convertirá en el reconocimiento abierto de sus pasados, de sus errores y de sus fracasos. Solo asumiendo su pasado podrán seguir adelante, viviendo. Por el camino se encontrarán a una muchacha embarazada que únicamente les pedirá un favor: que le digan a su marido que le quiere. A partir de este pequeño encuentro, el viaje de nuestros dos hombres cambiará de rumbo y se enfrentarán de esta manera a sus propias vidas.
Sobra hablar de la interpretación de Héctor Alterio y José Sacristán, que rebosa complicidad en todos sus diálogos. La escenografía no le resta protagonismo a los personajes y, sin embargo, de una forma muy sutil, está muy presente: mediante un muelle de madera, una luz que marca la carretera, unos asientos en una sala de espera o un sofá somos perfectamente capaces de meternos en todo el entorno de los actores.
Sólo dos defectos: la mujer de las hormonas alteradas que no callaba en el asiento de atrás y la fiebre que me subía por momentos. Pero mereció la pena. El fin de semana entero mereció la pena.
"Es comprensible que se tenga miedo cuando uno tiene el riesgo de ser extremadamente feliz."