"Necesitamos mirar de cerca la realidad y necesitamos escapar temporalmente de ella, y encontrar en las ficciones, donde satisfacemos esa huida, claves simbólicas que nos ayuden a entender lo que vemos al abrir los ojos, al apartarlos del libro, al salir de la sala de cine."
Antonio Muñoz Molina
"Por qué señor Anderson, por qué... por qué... ¿Por qué lo hace? Por qué, ¿por qué se levanta? ¿Por qué sigue luchando? ¿De verdad cree que lucha por algo además de por su propia supervivencia? ¿Querría decirme qué es, si es que acaso lo sabe? ¿Es por la libertad? ¿Por la verdad? ¿Tal vez por la paz? ¿Quizás por el amor? Ilusiones señor Anderson, desvaríos de la percepción, concepciones temporales de un frágil intelecto humano que trata con desesperación el justificar una existencia sin sentido ni objetivo."
"¿Sabes? Sé que este filete no existe, sé que cuando me lo meto en la boca es Matrix la que está diciendo a mi cerebro: "es bueno y jugoso". Después de nueve años, ¿sabes de lo que me doy cuenta? La ignorancia es la felicidad."
Algo más de un año ha pasado desde la última vez que vi a Quique González en concierto. Mañana vuelve, otra vez a la Sala Totem de Villava. Nuevo disco, nuevas canciones, nuevas emociones.
Y de paso, también mañana, Jorge Drexler en Civican, con el poeta Ignacio Elguero, para hablarnos de "Pasiones y pulsiones humanas", en el ciclo "Diálogos de medianoche. Versos y acordes III".
¿Se juntarán por la noche Quique y Drexler? Quizá nos sorprendan con otro dueto como éste.
Os pido perdón de antemano, pero hoy toca algo "ñoño", que estamos en fechas.
El cigarro se iba consumiendo entre sus dedos marcando el paso lento del tiempo. Las ideas se sucedían rápidas, una tras otra, dentro de una cabeza nublada por el humo de nicotina. Y la lluvia no cesaba… Cada gota un recuerdo, un pensamiento, una idea… Cayendo en un enorme charco donde se mezclaba todo en un caótico cóctel.
Al oír una puerta, su corazón se puso alerta. Pasos cautos pero a la vez impacientes. Y entonces, lentamente, intentando mantener la calma en todo momento, giró la cabeza hacia el origen de los pasos. Y allí estaba él, escrutándole con la mirada como si no se creyera que estuviera ahí. En ese mismo instante dio igual todo lo que había estado pensando durante la espera porque en un segundo se evaporó el enorme charco de ideas que se había formado bajo sus pies.
¿Cuánto duró el cruce de miradas? no lo saben. Quizá un segundo, quizá una vida. Ambos intentaban mantener la postura, en silencio. Recordaban: mantener la calma, no derrumbarse, no llorar, mantenerse erguido. Pero ¿de qué sirven las normas cuando se rompe la barrera del hielo? Un solo abrazo bastó para olvidarlo todo. Él la agarró con fuerza temiendo que se fuera a escapar. Ella se derrumbó en sus brazos rompiendo la coraza que había forjado con tanto esmero. Y lo olvidaron todo: se perdió la calma, se derrumbaron el uno en los brazos del otro, lloraron y el cuerpo se curvó pretendiendo ser sujetado por el otro.
Aquella fue una noche de reencuentros y re-conocimientos. Bar tras bar fueron estrechando los hilos que les separaban. Con risas, lágrimas y canciones llenaron sus corazones sedientos de paz.
Tarde y ya ebrios de ilusiones renovadas, se miraron a los ojos desnudándose completamente. “Es tarde. Será mejor que me vaya”. Y en el mismo sitio donde se conocieron por primera vez, se volvieron a encontrar.