"Necesitamos mirar de cerca la realidad y necesitamos escapar temporalmente de ella, y encontrar en las ficciones, donde satisfacemos esa huida, claves simbólicas que nos ayuden a entender lo que vemos al abrir los ojos, al apartarlos del libro, al salir de la sala de cine."
Antonio Muñoz Molina
sábado, 9 de abril de 2011
Recuerdos
Llamaron a la puerta. El día ya había oscurecido pero se respiraba la suave brisa primaveral que acompaña a los primeros días de calor antes del verano. Ella descansaba tranquilamente con un libro en una mano y una copa de vino en la otra. No hay mayor placer que dejarse mecer por la suavidad de la noche tras un día de trabajo agitado.
Se levantó del sofá con la lentitud contagiada por la paz en la que se había sumido y que ahora rompía el sonido estremecedor de un timbre que la devolvía a la realidad. Con paso lento y dudoso se acercó hasta la puerta, curiosa por saber quién se atrevía a invadir su intimidad a esas horas. Observó por la mirilla al otro lado, pero no había nadie, solo la oscuridad del rellano. Abrió la puerta y sobre el felpudo se encontró una caja de tamaño mediano. Qué extraño… ¿Qué será? ¿Quién la habrá dejado ahí?
Una vez más, la curiosidad guió sus pasos. Se agachó para cogerla pero pesaba demasiado. Finalmente, la empujó al interior de la casa con pequeños golpes de patada. Antes de cerrar la puerta, lanzó una última mirada al rellano por si lograba descubrir alguna pista que le indicara quién había dejado esa caja ahí.
Qué extraño le resultaba todo eso. Sus movimientos, que antes eran tranquilos y relajados, ahora se habían vuelto rápidos e inquietos. Nerviosa, fue hasta la cocina y cogió unas tijeras para poder abrir la caja. ¿Había pedido algo? No, no recordaba haber hecho ninguna compra o pedido en los últimos meses. ¿Será un regalo? Pero no era ni su cumpleaños, ni navidad, ni ninguna fecha que mereciera un regalo. ¿Será un admirador? Una pequeña sonrisa asomó en su cara.
Rápidamente cogió las tijeras y cortó la cinta que cerraba la caja. Respiró hondo y abrió con delicadeza la tapa. Y allí estaban… todos los recuerdos de una vida. Se quedó sin aliento y cerró rápidamente la caja. ¿Qué había pasado? ¿Cómo habían logrado encontrarla? Maldita sea! Pensaba que los había despistado pero estaba claro que habían sabido cómo localizarla. Derrotada, se dejó caer en el suelo, sentada junto a la caja. No podía seguir huyendo. No tenía ningún sentido. De una manera u otra volverían a juntarse. Así que lo mejor era afrontarlo cuanto antes, mirar de frente a esos recuerdos y decirles: “se acabó, dejadme vivir en paz y mirar al futuro”.
2 comentarios:
Me ha gustado..especialmente el final..Lo de mirar de frente a tus recuerdos,afrentarlos y pasar página.
Saludos de otro lobo estepario.
Gracias Freeman y bienvenido a esta pequeña estepa. Saludos.
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